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Actualizado: 13 de mayo de 2025
¡Cuán pronto! y realmente ¡con cuánta extraña rapidez! alcanzó Perla una edad en que ya era capaz de oir algo más que las palabras casi sin sentido con que una madre habla á su pequeñuela.
La pobre chacha Ramoncica había sido siempre pequeñuela y mal hecha de cuerpo, sumamente morena y bastante fea de cara. Cierta dignidad natural é instintiva le hizo comprender, desde que tenía quince años, que no había nacido para el amor. Si algo del amor con que aman las mujeres á los hombres había en germen en su alma, ella acertó á sofocarlo y no brotó jamás. En cambio tuvo afecto para todos.
¡Si yo creo que hasta debe de tener miseria, mujer! apuntó una delgadita como un mimbre, que oscilaba mucho al andar y se chupaba un dedo en cuanto se paraba . ¡Cómo se arrasca! Oye, tú dijo al oído de la anterior, abriendo mucho los ojos y enarcando las cejas, una pequeñuela, muy nerviosa y asombradiza . ¡Si traerá la navaja! ¿Qué navaja? preguntó la delgadita, no muy segura de su valor.
Sí, hija; pues la menor está tan escuchimizada que parece una lombriz de caño sucio, y la otra es tan pequeñuela y tan gorda como una bolita. Si llega a casarse, a tener hijos y a engordar más, perderá la forma de mujer y se convertirá en cochinillo de San Antón. Pero, dejando esto a un lado, yo no las tengo todas conmigo. Despertaremos la más tremenda envidia y nos pondrán como un regalado trapo.
Palabra del Dia
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