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Actualizado: 24 de junio de 2025


Ellos no gozarían la victoria por completo de no presenciarla su ilustre amigo. Y el doctor, que habituado al afecto de aquellos admiradores rudos y entusiastas, no podía separarse de ellos, acabó por ser de la partida. En fuerza de oírles hablar de la apuesta sentía interés por ella. Era el único que dudaba del triunfo. La gente de Azpeitia debía conocer el trabajo del Chiquito.

Y decía la verdad; porque si se habla de solos trabajos que se padecen en desvastar é instruir á estos gentiles, que en las facciones son hombres, pero en las obras se distinguen poco de los brutos, sufría y hacía por ellos cuanto puede hacer un verdadero padre, para provecho espiritual y corporal de sus hijos, porque á él la virtud le había dado tan tiernas entrañas y amor de verdadero padre, como los padres naturales suelen tenerlas por naturaleza con los hijos; de día y de noche trabajaba, no sólo para bien de las almas, sino también de los cuerpos de sus neófitos, ya proveyendo de víveres en abundancia á los hambrientos, ya componiendo recetas y aplicando remedios á los enfermos, y aunque se revistiese la naturaleza, tratando y limpiando sus llagas con tal desembarazo, como si no sintiese la menor repugnancia y asco en mismo; el mismo amor le enseñó á ser juez y árbitro en sus litigios, gastando mucho tiempo en oirles contar, con paciencia y dulzura inexplicable, las diferencias que tenían entre , para lograr así el mantener y conservar entre ellos la paz porque antes de ser cristianos, cada uno por su propia autoridad se hacía justicia y vengaba sus agravios con las armas.

Muchas veces dudó de mismo. ¿Lo que él creía la verdad no sería un sueño, y los otros, al olvidarse de él, estarían verdaderamente en lo cierto?... Luego, recobrando la fe en mismo, despreciaba á sus conciudadanos y no quería salir de su casa. ¿Para qué ver gentes? ¿Para oírles alabar al señor Simoulin y su grito histórico?... Ya no veía al maestro.

Los lunfardos dicen, con ese motivo, cuando dan con algún agente que aún tiene paciencia para oírles sus disculpas y lamentos: ¡Vea, señor!... ¡Más vale ser caballo de tramway que pillo conocido! Seguir a un pícaro en nuestras calles, tan llenas de movimiento, es un trabajo que no valora sino el que lo realiza.

De repente un aragonés se levantó en medio de la sala, y señalando al sitio donde se hallaba Lázaro con los demás llegados aquella noche, dijo: Presentes están algunos señores que han pertenecido á ese club. Todos miraron á aquel sitio. Bien dijo el orador. Si están ahí esos señores, que hablen, que nos digan lo que es ese club y qué ha hecho. Queremos oírles: que hablen.

Palabra del Dia

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