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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Cierto que estás, amigo, muy donoso En pensar que muerto, quedaria Yo con tal quietud y tal reposo, Que de consuelo alguno serviria A la doliente madre y triste esposa: Pues en la tuya está la muerte mia, Seguirte tengo en la ocasion dudosa, Mira como ha de ser, Morandro, amigo, Y en el quedarme no me hables cosa.

Ea pues, caminemos, vamos, vamos, Y abrasense en un punto los trofeos Que pudieran hacer ricas las manos, Y aun hartar la codicia de Romanos. Vanse todos, y al salir MORANDRO, ase á LIRA por el brazo, y detienela.

Hablas como enamorado, Morandro, pero no es justo Que ya tome gusto el gusto Con tu peligro comprado. Poco podrá sustentarme Qualquier robo que harás, Aunque mas cierto hallarás El perderte que ganarme. Goza de tu mocedad En fresca edad y crecida, Que mas importa tu vida Que la mia, á la ciudad. Tu podrás bien defendella De la enemiga asechanza, Que no la flaca pujanza Desta tan triste doncella.

Aquí sale MARQUINO con una ropa negra de bocaci ancha, y una cabellera negra, y los pies descalzos, y en la cinta traerá, de modo que se le vean, tres redomillas llenas de agua, la una negra, la otra teñida con azafran, y la otra clara; y en la una mano una lanza barnizada de negro, y en la otra un libro, y viene MILVIO con él, y asi como entran, se ponen á un lado LEONCIO y MORANDRO.

Mas si acaso, amado amigo, Prosigues esta contienda, Lleva este abrazo por prenda De que me llevas contigo. Lira, el cielo te acompañe: Vete, que á Leoncio veo. Y á ti te cumpla el deseo, Y en ninguna parte dañe. LEONCIO ha de estar escuchando todo lo que ha pasado entre su amigo MORANDRO y LIRA.

Palabra del Dia

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