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Actualizado: 22 de junio de 2025
Gustavo Núñez se sentó en una butaca, encendió un cigarro y cruzando las piernas dijo con su habitual displicencia: Cuando era niño mi madre acostumbraba a leerme el Año cristiano antes de dormirme.
No imagines que deseo romper nuestras relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad.
Para evitar tamaña desgracia dijo Rafael hago la moción de que compongamos entre todos una novela. ¡Apoyado, apoyado! gritó la condesa. ¡Tal destino! dijo su madre . ¿Queréis escribir algún primor, como esos que suele mi hija leerme en los folletines que escriben los franceses? ¿Y por qué no? preguntó Rafael. Porque nadie la leerá respondió la marquesa , a menos de anunciarla como francesa.
Ya sabes que desde la edad en que tuve uso de razón, acostumbra mi padre leerme todas las noches distintos libros de ciencia y de historia, de artes y de entretenimiento. Esas lecturas y estos paseos se puede decir que son mi vida toda.
De buena gana hubiera dado el brazo a Cecilia; pero ella ofreció el suyo a su esposo, y sólo quedaba la Vizcondesa. ¡Valiente compensación!... Me vi obligado a hablar de literatura y a enterarme de que la señora componía una nueva novela que deseaba leerme tan pronto como estuviese terminada. ¡A mí, que viajaba para divertirme!
Palabra del Dia
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