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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Mientras leía aquel tejido de inocentes perversidades, monsieur Jaccotot sintiose tocado en la secreta llaga de su corazón. ¿Cuál sería el porvenir de esa Silvia idolatrada? ¿Heredaría la naturaleza galante de su madre, así como su fisonomía y su gesto?... Y por el rostro del viejo maestro corrieron dos lágrimas silenciosas...
La gracia de Perico Sosa hizo cambiar el burlesco llanto en homérica carcajada... Después, cada cual se puso a divertirse por su cuenta... Quienes jugaban a las damas en improvisados dameros, quienes conversaban fumando, quienes discutían, quienes tiraban bolillas de papel... Y, en tanto, monsieur Jaccotot seguía como una estatua, con la vista fija en el aire, acaso contemplando dolorosamente el pasado, el presente, el porvenir...
Notando intrigado en su tono y su gesto irónica impudencia, monsieur Jaccotot le preguntó: ¿Qué lee usted, pues? Peralta se levantó arrogantemente y entregó al profesor un cuaderno, diciéndole: Esto. En la clase se hizo un gran silencio de curiosidad y expectativa... Monsieur Jaccotot tomó el cuaderno y lo abrió en su primera página.
Nadie contestó nada; pero, desde ese día, toda la clase pensaba que monsieur Jaccotot había sido desgraciado con su mujer, abandonándola en Francia por su conducta escandalosa...
Palabra del Dia
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