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Actualizado: 1 de mayo de 2025


La declaracion de Hescham armó á Mohammad su primo; y Mohammad y Abd-el-rhaman se batieron bajo tus murallas. Vencedor Mohammad, hizo morir en una cruz á su enemigo, encerró secretamente á Hescham, le dió por muerto á los ojos de tus hijos, y empuñó al fin teñidas en sangre sus manos el cetro de tus califas.

Hayran, hadjib que fue de Hescham, fue entonces el único que concibió la esperanza de salvarte. Habia sido herido en el asalto del Alcázar y recogido por un desgraciado que se compadeció de él y le ocultó en su casa.

Sucedió á Hakem el débil Hescham II; mas ¿no fue bajo el reinado de este que salió de entre la muchedumbre de tus soldados ese intrépido Almanzor, terror de los ejércitos cristianos, héroe que hizo morder el polvo de la tierra á cuantos se atrevieron á medir con él su lanza, varon tan celoso de su dignidad, que al sentirse herido en Calatañazor y al creer segura su derrota, rasgó los vendajes que detenian su sangre para morir sobre el campo de batalla? ¿Cuándo arrojó mas vivos resplandores el astro de tu fortuna y de tu gloria?

¡Ah! con razon, con sobrada razon guardas silencio, desdichada Córdoba. No ignoramos quién era ese Almanzor. Sabemos bien que si te elevó á la cumbre de tu grandeza, fue tambien el primero en motivar tu caida. Almanzor no era tu califa; no era mas que un hadjib, un valido de tu soberano. ¿Qué hacia Hescham en tanto que él tenia aterrada la Península con el ronco fragor de sus batallas?

Le depuso sin ira, y Hescham bajó del trono sin disgusto: todo estaba ya muerto en esta ciudad, todo era ya para ella un hecho indiferente.

Palabra del Dia

atormentada

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