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Verdad es que nuestro poeta no ha hecho tan pródigo alarde de esta facultad como su predecesor; proponíase imprimir más solidez á sus materiales, y una forma más perfecta, y forzarla á dar de todo aquello, de que era susceptible con arreglo á un plan trazado, viéndose, por tanto, en la necesidad de limitar su imaginación á un campo más estrecho; pero, á pesar de esto, basta hojear someramente sus obras para encontrar en ellas muchas creaciones ingeniosas, aunque acaso en un principio no nos sorprendan, por la sencilla razón de aparecernos como ricos materiales, bien manejados y sometidos á ordenadas reglas; pero, aun después de conocer el uso, que Calderón ha hecho de los pensamientos de otros poetas, no podemos menos de maravillarnos de la inagotable vena de su propia fantasía. ¡Cuántas acciones y situaciones, que llevan el sello del genio, y que parecen correr de la fuente más profunda de una imaginación creadora, no se encuentran en cada una de sus obras!

Eduardo, apasionado hasta el extremo de la bella Condesa, y persuadido de que serán vanos sus esfuerzos para lograr sus deseos, intenta forzarla; pero ella es bastante discreta para burlarse de todas sus estratagemas, y llega á dominarlo de tal modo con la nobleza de sus sentimientos, que su amor sensual se trueca en respeto y veneración, y después, cuando cesa la lucha entre esos tres poderes, ella le ofrece voluntariamente su mano.

Por la parte en que estaba la trinchera de Santa Rosa, que mandaba D. Juan de Cáceres, repitieron segunda vez el ataque, sin haber sido bastante á su escarmiento el vivo fuego que se les hizo, y la muerte de muchos que esperimentaron en el primero: antes bien, mas obstinados y feroces se acercaron á ella, y lograron forzarla, rechazando á los que la defendian, haciéndolos retirar apresuradamente, sin que las animosas razones, ni el ejemplo del oficial que los mandaba, fuesen bastantes para detenerlos, y recordarles su obligacion.

Pero con la extremada blandura propia de su juventud, á pesar de la madurez de su espíritu, me replica que sería ir contra los innatos sentimientos de una mujer, forzarla á descubrir los secretos de su corazón á la luz del día, y en presencia de tan vasta multitud.

En cuanto a Defensor de la Independencia Americana, título que él se ha arrogado, los hombres ilustrados de América empiezan hoy a disputárselo, y acaso los hechos vengan tristemente a mostrar que sólo Rosas podía echar a la Europa sobre la América y forzarla a intervenir en las cuestiones que de este lado del Atlántico se agitan.