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Lo que Cárlos VII y los Husitas no habian logrado, aquel con su pragmática y estos con sus largas y terribles campañas, se hubiera de seguro conseguido en el siglo XVI aun sin el auxilio de otros príncipes y de otros reformadores, solo por efecto del movimiento intelectual que con su idolatría hácia la clásica antigüedad habian inaugurado el Dante, Petrarca y Bocaccio. ¿Qué mayor golpe podia sufrir el antiguo y venerando edificio de la severa civilizacion cristiana en todas sus faces, que la admiracion tributada por los genios mas eminentes á todas las creaciones de la antigüedad pagana? ¿Y sabian por ventura qué brecha abrian en la fortaleza de la autoridad espiritual desechando las costumbres groseras, las ideas humildes, las formas semi-bárbaras de su tiempo, aquellos libres pensadores del siglo de Leon X, eclesiásticos, prelados, jurisconsultos y literatos, que como el licencioso Berni, el sibarita Bembo, el escéptico Sadoleto, y tantos otros, se entregaban con orgullo á los placeres de una vida materialista, elegante y licenciosa?

Sabía de buena tinta que la traviesa Amparito había tronado con el artillero; consideraba además como de muy buen signo que doña Manuela hubiese invitado a su familia, desechando la anterior frialdad; pero a pesar de esto, el bebé le había recibido con una sonrisa maligna, burlona, y antes de que hablara, se agarró del brazo de sus amigas, dejándole con la palabra en la boca.

Desechando, pues, toda repugnancia, deslicé la mano por debajo y levanté cuidadosamente el cuerpo inmóvil, del que cayó la cabellera, tomando la posición natural que conserva cuando nada. En esta postura la coloqué en la charca inmediata, donde se sumergió sin dar el más pequeño indicio de vida.

Otros poetas hasta de la tradición han prescindido, desechando la colaboración del pueblo en su obra, y han escrito cuentos, o bien tomando el argumento de la historia más o menos anecdótica, o bien creándolo todo en la fantasía: así Byron, en El Corsario, Parisina, Lara, El Giaour y La Novia de Abidos. Lo docente en grado superlativo quedó desechado y aun fue objeto de burlas.

Permítaseme, pues, que, desechando mis escrúpulos morales y lingüísticos, me atreva a declarar aquí que doña Sol era muy inclinada a coquetear o a flirtear y que con Morsamor había coqueteado o flirteado mucho.