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Actualizado: 21 de julio de 2025


¡Bajáos, montañas! ¡alzáos, llanuras! ¡Y que yo ver pueda do están mis amores! #El montañés libre# Las rugosidades formadas en la superficie terrestre por montañas y valles son por consiguiente un hecho capital en la historia de los pueblos, y explica á veces sus viajes, sus emigraciones, sus conflictos y sus diversos destinos.

Y, siendo alemanes todos los hombres, no tan sólo no habría conflictos internacionales, sino que no habría tampoco discusiones particulares. Todos tendríamos las mismas ideas. Los filósofos discurrirían por nosotros, y ¿quién duda de que las ideas hechas en las Universidades son siempre de mejor resultado que las que se hacen en casa? El ciudadano se proveería de ideas lo mismo que de salchichas.

Y así llevamos siglos sin enterarnos de que en el mundo hay algo más que el amor; y hasta los más bobos empiezan a cansarse de tanto papel impreso y tantas salas iluminadas para hacernos conocer las angustias y conflictos de dos seres que quieren acostarse juntos y no encuentran el medio, o las crisis de alma de una señora que desea faltarle a su marido y no sabe cómo empezar... No; en el mundo, el amor no lo es todo.

La herida que abría lo anterior en las antiguas costumbres, fué comprendida por algunos que se propusieron crear nuevos conflictos en defensa de sus odiosos privilegios.

Conquista de Santa de Bogotá. Conflictos de Bolívar con el gobernador de Cartagena. Consecuencias de la rebeldia. Retirase el Libertador á Jamaica. Cartagena es tomada por Morillo. Nuevos derramamientos de sangre. La república parece haber tocado á su fin. Sucesos de Margarita. Bolívar amenazado por el puñal de un traidor. Preparativos hechos por Brion.

Por último, vinieron los tiempos revolucionarios, y el antiguo palacio de Luxemburgo, el heredero de tantos reyes, de tantas intrigas, de tantos misterios y de tantos conflictos, pasó á ser una finca nacional. Bajo la Convencion, se convirtió en prision de Estado, á la cual fuéron conducidos Hebert, Danton, y otros célebres personajes, incluso Robespierre.

¡No me convencerás, Gabriel! gritó con energía Esteban . ¡No quiero...!, ¡no quiero! Lo repito: es una cobardía lo que haces. Ya que el honor pesa tanto en ti, ese honor anticuado y cruel que arregla los conflictos de la vida derramando sangre, ¿por qué no buscaste al que te robó la hija?, ¿por qué no le mataste, como un padre de comedia antigua?

El otro, apasionado, voluptuoso, novelesco, que da á la vida el rudo interés de los conflictos y los contrastes, le había dejado sin deseos de recomenzar.

Sobre un rostro exangüe, con el mentón agudo como un puñal, el español trazaba unos ojos casi redondos y á cada pupila le asestaba una pincelada blanca, un punto de luz... el alma. Luego, plantándose ante el lienzo, clasificaba esta alma con su facundia inagotable, atribuyéndola toda clase de conflictos y crisis.

Recordemos el argumento de «La ley del hombre», y los dos terribles conflictos de «Las tenazas». ¿Qué hará aquella mujer á quien su marido, escudado en la legalidad, no quiere devolver su independencia? ¿Qué hará aquel hombre que no puede recobrar el hijo que la ley confió á la madre?... Nada: la fatalidad de lo establecido, de lo vigente, les sujeta por el cuello, forzándoles á caer de rodillas.

Palabra del Dia

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