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Actualizado: 27 de junio de 2025


A mediados de Noviembre, Fortunata estaba algo desmejorada. Observándola, Ballester se decía: «¡Cuando yo digo que me debía querer a en vez de consumir su vida por ese botarate! ¡Qué mujeres estas! Son como los burros, que cuando se empeñan en andar por el borde del precipicio, primero lo matan a palos que tomar otro camino».

Entonces él, retorciendo su bigotillo, dijo con petulancia: Hay modos de mirar, tía... y yo me entiendo. ¿Habráse visto botarate? ¡Un chico que no levanta media vara del suelo! Quedaba el gran argumento y se lo largué: Mira, Quilito, que se te quiten tales disparates de la cabeza: el señor don Bernardino Esteven nunca consentirá en ese casamiento. Lo aplasté.

La estrategia de unos y otros era graciosa: comenzaban ya a organizarse las combinaciones ministeriales, y en todas ellas hacíase el papel, delante de Butrón y delante de Jacobo, de reservarles a uno y otro las ansiadas carteras; mas volvía la espalda el joven Telémaco, y decían todos al prudente Mentor, y este era el primero en afirmarlo, que era una temeridad, un descrédito para el partido dar entrada en el futuro gabinete a un botarate, un loco sin decoro como Sabadell, y que la cartera que este esperaba había de darse al señor Fernández Gallego, hombre probo, orador famoso, capaz de desatascar un carro, cuanto más a un Gobierno, con sólo hacer oír en las orejas del tiro los rotundos períodos de su enérgica palabra.

Pero no hagamos historia y sigamos nuestro cuento. ¿Y olvidaréis, señor, lo que me habéis prometido para mi sobrinillo? dijo Elías. ¡Ah!, yo quisiera que V.M. le conociera: es el botarate mayor que ha nacido. Anoche habló en La Fontana y les volvió locos. Le aplaudían con unas ganas ... Yo también le aplaudí. Con tres oradores así nos hubiéramos ahorrado mucho dinero. El pobre ha hecho bastante.

Palabra del Dia

lanterna

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