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Actualizado: 15 de julio de 2025
Una palidez biliosa, lívida, terrible, cubrió las mejillas de la comedianta; sus ojos irradiaron una mirada desesperada, tembló toda, y exclamó con acento opaco: ¡Conque me ha engañado!... ¡conque me ha mentido!... ¡ya lo sospeché yo!... Quevedo le trajo ayer á mi casa... sí, sí, veo claro... muy claro... ¡ya se ve!... ¡como yo soy... ó era la querida del duque de Lerma!... ¡oh! ¡han querido tener en mí un instrumento!... ¡ese maldito don Francisco, que lee en el alma... que adivinó que yo me enamoraría de él... que me volvería loca por él!... ¡oh! ¿quién había de creer que Quevedo fuese tan villano? ¡oh! ¿quién había de pensar que un joven de mirada tan franca y tan noble, sucumbiría á tal bajeza... á tal crimen?... ¡enamorar á una pobre mujer que vive tranquila, resignada con su fortuna... hacerla odioso su pasado y desesperado su presente... matarla el alma!... ¡oh! ¡qué crimen, qué crimen... y qué infamia! ¡Es necesario que aunque yo me pierda se acuerde de mí! ¡Es necesario que yo me vengue!...
En este caso, la fiebre sínoca, y aun la mucosa y la biliosa, están caracterizadas por la sensacion de plenitud en el estómago y el dolor frontal infra-orbitario.
Palabra del Dia
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