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Actualizado: 16 de julio de 2025
Por éstas se le puede diputar, si no como autor de señaladísima personalidad literaria, a lo menos, como uno de los más aventajados discípulos de Lope de Vega, cuyas huellas siguió tan constante y acertadamente, que a las veces se hace harto difícil diferenciarlos.
Nada más léjos de mi ánimo. Acercáranse más á la perfeccion y estarian, tales como son ellas y la índole del talento poético de su autor, más léjos de la belleza artística.
Y en efecto, Juan Montalvo escribe y sus herederos ó sus admiradores y paisanos dan á la estampa, en Bezanson, en 1895, aunque el libro no ha llegado hasta ahora á nuestras manos, nada menos que sesenta capítulos añadidos al Quijote. Acaso el autor, en vida, no se hubiera atrevido á publicarlos. Acaso no pretendió nunca rivalizar con Cervantes.
Simonet, autor del librito, es un arabista de reconocido mérito, de grande ilustración y catedrático en Granada de la lengua del Yemen. Ha publicado ya varios libros en que muestra su mucho saber. Uno de ellos ha sido premiado por la Real Academia Española, y otro ha sido premiado por la Real Academia de la Historia.
El autor asegura que no sabe cuáles son esas comedias, que se consideran como escuela de inmoralidad y corrupción, no siendo fácil que se representaran, y aun suponiendo, y no concediendo, que se lo propusieran.
El autor tuvo la dicha de elegir para asunto de sus obras, argumentos más simpáticos á sus conciudadanos que los usados por los antiguos. La conocida historia de Inés de Castro forma la base de estas tragedias, que se suceden en orden, constituyendo un todo orgánico.
Pero lo cierto es que los contemporáneos del poeta no se escandalizaban de asistir á la representación de sus obras; que el mismo autor pertenecía á una orden monacal; que profesaba principios rígidos y severos; que existía una censura vigilante, á cuyo examen se sometían todos los escritos que habían de darse á la prensa, y que el cargo de censor estuvo siempre desempeñado por eclesiásticos, por lo cual no puede menos de sorprendernos, al leer en una de las licencias expedidas para la publicación de las obras de Tirso de Molina, «que nada se contiene en ellas que se oponga á las buenas costumbres ni comprendan ningún ejemplo pernicioso para la enseñanza de la juventud.» Es de presumir, á pesar de esto, que algunos escrúpulos hubo de sentir el poeta fraile, allá en los repliegues de su conciencia, cuando sólo con nombre fingido permitió que circulasen sus comedias, publicando otras muchas obras suyas con el verdadero.
El autor debía de ser una especialidad en las muestras de casas de vacas y de burras de leche.
Con esto se consoló algún tanto, pero desconsolóle pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide; y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas.
Dicha obra demuestra, a mi ver, que su autor posee imaginación muy viva, natural sencillez y facilidad de estilo, nada vulgar aptitud para la observación, y arte y buen tino para ordenar después, expresar y narrar lo observado.
Palabra del Dia
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