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Canteros, albañiles, zapateros y armeros carlistas, beatas pobres, criadas tocadas de misticismo más o menos auténtico, chalequeras y ribeteadoras, este fue su pueblo de penitentes bien pronto. «Por eso él se quejaba, muy afligido, de las malas costumbres y de los muchos nacimientos ilegítimos que debía de haber, según su cuenta. ¡Si tratara con señoritas!».

Siquiera aquí, mal o bien, es uno el rey de la comarca.... El tío Gabriel me lo decía mil veces: las personas decentes, en las poblaciones, no se distinguen de los zapateros.... Un zapatero que se hace millonario metiendo y sacando la lesna, se sube encima de cualquier señor, de los que lo somos de padres a hijos.... Yo estoy muy acostumbrado a pisar tierra mía y a andar entre árboles que corto si se me antoja.

A esta preponderancia del populacho en los teatros, alude un satírico de la época cuando dice «que los zapateros vuelven de nuevo á sus faenas, y cuesta trabajo reconocer en ellos á los arrogantes y orgullosos mosqueteros, á los cuales ni los poetas ni los actores pueden ablandar con sus súplicas, ni conmoverlos con su indiferencia ni con su aturdimiento, y que á la tarde siguiente dejan á un lado otra vez sus botas y sus suelas, y sueltan su ruidoso martillo, transformándose en rayo, que reduce á polvo á los malos poetas

Además, o es uno hombre, o no lo es; o tiene o no tiene entrañas de humanidad, agallas para ir por donde vayan y hacer lo que hagan otros; o sirve o no sirve para algo más útil y de mayor jugo y provecho que pisar alfombras de salones; engordar el riñón a fondistas judíos, sastres y zapateros de moda; concurrir a los espectáculos; devorar distancias embutidas en muelles jaulas de ferrocarril, y gastar, en fin, el tiempo y el dinero en futilidades de mujerzuela presumida y casquivana.