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Actualizado: 15 de junio de 2025


Conservando el recuerdo de las preciosas defensas con que se armaron ciertos cetáceos en su grande vida marítima, nos muestra aún muy sólidos dientes delanteros, si bien poco temibles: ni los dientes de la masticación están en él bien definidos, sea como herbívoros ó como carnívoros, pues se prestan mal á cualquiera de los dos regímenes y deben operar con lentitud.

Rufino Cuervo es el autor de ese libro tan popular hoy: Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Es otro sacerdote del pasado, aunque menos inflexible que el señor Caro, por el que profesa, con razón, una admiración sin límites. La ciencia, los largos años de estudio que ese volumen de Cuervo revela, prueban que, también en América, tenemos nuestros benedictinos infatigables. Todas las locuciones vulgares, todas las alteraciones que el pueblo americano, bajo la influencia de las cosas y de su propia estructura intelectual, ha introducido en el español, son allí prolijamente estudiadas, corregidas y... limpiadas. (¡Limpia y fija!) Actualmente, Cuervo se encuentra en París, metido en su nicho de cartujo, levantando, piedra a piedra, el monumento más vasto que en todos los tiempos se haya emprendido para honor de la lengua de Castilla. Es un Diccionario de regímenes, filológico, etimológico... ¡Qué yo! Aquello asusta; cuando Cuervo me mostraba, en Bogotá, las enormes pilas de paquetes, cada uno conteniendo centenares de hojas sueltas, cada una con la historia, la filiación y el rastro de una palabra en los autores antiguos y modernos... sentía un vivo deseo de bendecir a la naturaleza por no haberme inculcado en el alma, al nacer, tendencias filológicas. «Ya están reunidos casi todos los ejemplos, me decía Cuervo; ahora falta lo menos, la redacción». Redactar cuatro, o diez, o sabe Dios cuántos volúmenes de diccionarios... ¡lo menos! ¡Y cómo redacta Cuervo, con una sobriedad, una precisión y elegancia que obligan a cincelar la frase! Si uno de nosotros, después de tres horas de redacción suelta, incorrecta,

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