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Lo que sentía era tan nuevo, tan dulce, que llegaba a hacerle daño. El llanto le refrescó. Sonaron por tercera vez las campanas de la iglesia, respondiendo con un concierto bullicioso e ininteligible al canto claro y sosegado del mirlo. Andrés se levantó para oír misa. Estaba la iglesia no muy lejos de la rectoral.

Terminada la procesión, el convento servía un espléndido refresco á los sacerdotes y personas de calidad que en ella habían asistido. De todo esto no ha quedado apenas la memoria; y examinando los libros Manuales hallamos, que, en todos viene figurando el gasto de la procesión hasta el de 1835 en el cual ni se menciona siquiera.

Cargaba todos los dias sobre Galípoli gente de refresco, y apretaban á los de dentro, mas con el impedirles que no entrasen bastimentos por tierra, que con las armas.

Y como llegasen cerca de las puertas del café de la Aurora, que dejaban pasar la luz amarilla y cruda del gas, ocurriósele, por fin, la liliputiense estratagema, y con felina amabilidad dijo la viuda: Y ahora, ¿qué se hacen? Nosotros pensábamos entrar a tomar un refresco.... ¿Nos acompañarán ustedes? Un sorbetito, cualquier cosa....

Y no queriendo decir más, se tragó todo el resto del vaso, dedicándose á la confección de un segundo «refresco» precipitadamente, para recobrar el tiempo perdido. Poco á poco se deshizo la prudente barrera que contenía su verbosidad, y habló con el mismo abandono de siempre; pero su flujo de palabras no arrastraba noticias precisas.

A reemplazarle en el mando acudió oportunamente don Jorge de Meneses. Con él habían venido de refresco cerca de cuarenta soldados que estaban antes en otro navío. Para que no desmayasen y se acobardasen a la vista del capitán muerto, don Jorge nos mandó que le envolviésemos en la manta de un forzado y que le escondiésemos en el fondo del buque. Así lo hicimos al punto.