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Nosotros quisiéramos que sepais todos el español y que lo pronuncieis bien para que no nos rompais los tímpanos con vuestros giros y vuestras pés, pero primero la obligacion y despues la devocion; cumplid antes con vuestros estudios y aprended despues el castellano y meteos á escribidores si os da la gana...

Ofrécela cuanto quiera y más que quiera, y toma las señas de la casa donde vive y su nombre. Yo añadió el cocinero , no me atreví á negarme; he venido, y temeroso de llevar á su majestad vuestra contestación, he preferido, confiado en vos, deciros lo que os he dicho; pero, por Dios, no pronunciéis ni una sola palabra imprudente, porque su majestad es muy mirado y nos perderíamos los dos.

Mi sobrino... perdonad, la costumbre hace equivocarme. Equivocáos siempre; llamad siempre á ese joven vuestro sobrino. Pues bien, mi sobrino ha obrado como un valiente, y yo como bueno y leal. No lo dudo... y por lo mismo debéis manteneros en vuestra honrosa lealtad, diciéndome cuanto sepáis de ese Cornejo. Por el amor de Dios, señora, que no pronunciéis después de esto mi nombre para nada.

Jamás lo pronunciéis en mi presencia. ¡Si queréis que viva largos años, no me habléis jamás de Romagné! La señorita Victorina Tompain no fue, por cierto, la última en cumplimentar al héroe. Ayvaz-Bey la había abandonado indignamente, dejándole cuatro veces más dinero del que valía ella. El magnánimo L'Ambert hubo de mostrarse con ella dulce y clemente.