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Su lenguaje llama particularmente nuestra atención. Quizás ningún otro poeta cómico del mundo ha sido tan feliz en conciliar la dignidad poética con la viveza y animación del diálogo.

LOS autos de Calderón, según el testimonio de sus coetáneos, son las obras suyas que constituyen la principal base de su gran fama poética.

No siempre se destinan las coplas para acompañar el baile: entónanse á veces por jóvenes galanes bajo las ventanas de sus amadas, ó por dos improvisadores en lid poética.

Había ido allí a muy otra cosa, pero los suspiros de su inglesa-italiana y el olor a medicinas antiespasmódicas, más el declinar del día, le habían cambiado de repente el ánimo, inclinándole a la melancolía poética y reflexiva, a la abnegación espiritual y piadosa.

Encontramos, pues, en estos autos una multitud de creaciones puramente alegóricas, que no sólo personifican ideas, sino que se transforman en individuos, y que nos interesan vivamente por su existencia y acciones, por sus pensamientos y voluntades; hasta la metafísica, sin hacerse valer á costa de la poesía, se convierte, en virtud de la fábula, en resorte de intuición poética.

Roberto Peel era un gran organizador, pero carecía de esa facultad poética que se llama creadora, sea que ella se aplique á la composicion de un poema, ó á los negocios de la administracion ó de la política.

-No se maraville vuestra merced deso -respondió el músico-, que ya entre los intonsos poetas de nuestra edad se usa que cada uno escriba como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se atribuya a licencia poética.

La característica no existe por en el drama, sino como esclava de la intención poética: sería insufrible en cualquiera composición una pintura general y prolija de los caracteres de los personajes.

Los orígenes de esta escuela, según vemos en la Poética de Juan de la Cueva, alcanzan hasta la mitad del siglo XVI. Juan de Malara, natural de Sevilla y el representante más notable de ella, había escrito una comedia en Salamanca en el año de 1548, cuando estudiaba en su universidad, á la cual tituló Locusta, y fué representada por estudiantes.

De esta suerte pone Heine la obra verdaderamente poética por cima de todo humano criterio y proclama con su genial desenfado la irresponsabilidad de los poetas. Veamos nosotros en qué sentido y hasta qué punto menos desenfadadamente tal irresponsabilidad puede y debe ser entendida.