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Actualizado: 28 de julio de 2025


Piddington, menos artista, pero tan sabio como el norteamericano, en su Guía del marino, enciclopedia de las tempestades, da los resultados de una ilimitada experiencia, los medios minuciosos de calcular la proximidad ó distancia del ciclone ó torbellino, de fijar su rapidez, de apreciar la curva que describen los vientos, la naturaleza de las distintas olas.

Sin embargo, el intrépido Piddington no la adora: muy al contrario, habla de ella sin contemplaciones, apellidándola corsario demasiado robusto, pícaro pirata que abusa de sus fuerzas y que nadie debe encapricharse en combatir, sino que ha de huirse de su presencia, sin sentirse deshonrado por esto. Enemigo tan pérfido os tiende á veces un lazo.

El Atlántico, abierto en ambas extremidades y recorrido á lo largo por los vientos, está menos sujeto á trombas, pero en cambio se sienten en él con más frecuencia los ventarrones rectilíneos. Con todo, Piddington cita un sinnúmero de circulares habidos en ese mar. Durante los años 1840 á 1850 hiciéronse en Calcuta y Nueva York las inmensas compilaciones de Piddington y de Maury.

Por otro, Piddington, en un pequeño volumen resume y pone al alcance de su mano la experiencia de las tempestades, lo que es preciso hacer para resguardarse de ellas y en ocasiones para que le sirvan de auxiliares.

Alegraos si truena; la descarga eléctrica hácese arriba. Tanto de ganado á la tempestad. Observación remota y confirmada científicamente por Peltier y por la experiencia de Piddington y de tantos otros. Si la electricidad acumulada arriba, baja silenciosa, si no llueve, la descarga haráse abajo, creando corrientes circulares. Por lo tanto habrá tromba y huracán.

Palabra del Dia

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