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Actualizado: 23 de mayo de 2025
El pobre muchacho había contado conmigo como un segundo padre, y yo lo abandonaba, pasándome al enemigo con armas y bagajes. ¡Vean ustedes cómo cumplía yo la palabra que había dado a Pütz en su lecho de muerte!
Pero, apenas hube pronunciado el nombre de Pütz, saltó de su silla y tiró la pipa contra la estufa, donde se rompió mientras el tabaco se esparcía en chispas. ¡Y si le hubieran visto ustedes la cara! Les habría dado miedo. Morada, hinchada, como si le fuera a dar un ataque.
Yo no puedo entrar en tu familia sino con una condición: tu reconciliación con Lotario Pütz. Si te niegas, tendré que romper mi compromiso. Eso le puso blandito. ¡Qué cabeza hueca! dijo; no hay medio de hablar de sentimientos contigo.
El otro, por el contrario, había jurado ante testigos que no se daría por satisfecho sino cuando hubiera echado a Pütz y a los suyos de Döbeln, corridos por los perros. Sí; esas eran mis condiciones, y Lotario las aceptó. De buen grado o no, no lo sé; no traté de aclarar ese punto.
Se trataba de una herencia y, como sucede siempre en tales casos, los gastos del juicio se habían tragado ya tres veces lo que valía el guiñapo. Como Krakow era de mal dormir, la querella se había enconado y había degenerado en odio personal; por lo menos, de parte de Krakow, porque Pütz, con su flema bondadosa, se obstinaba en ver sólo el lado humorístico de la cuestión.
Derramó torrentes de lágrimas, lágrimas de alegría, me aseguró que su plegaria de todas las noches había sido oída, y se apasionó de mi prometida antes mismo de conocerla. ¿Qué hubiera dicho mi amigo Pütz, que había bajado a la tumba sin ganar la comisión que esperaba recibir por mi casamiento? «A su hijo me dije, es a quien tengo que pagarla.»
Y eso había sucedido precisamente... el hombre había reventado... Ahí estaba, tendido a mis pies, en el gran cajón blasonado; me parecía que tenía que golpear la tapa y llamarlo: «¡He, Pütz! basta de farsas! ¡sal de ahí, que tenemos que hacer nuestro piqué!»
Yo pienso en tus hijos, en esas pobres criaturas que están por nacer todavía; y tú, tú no piensas más que en una ruptura y en otras borricadas por el estilo... Arregla el asunto así, si eso te place; yo no me opongo personalmente, no tengo nada contra Lotario Pütz.
Palabra del Dia
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