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Actualizado: 18 de mayo de 2025


La segunda, monja de un convento de Méjico, escribió una serie de loas alegóricas, y un auto sacramental, titulado El divino Narciso . Convenimos con Bouterwek, que lo menciona, en que es bello y novelesco; pero no estamos de acuerdo con su aserto de que aventaja á las obras de la misma clase de Lope de Vega, ni de que esa atrevida personificación de ideas católicas religiosas en mitos griegos no había sido conocida en España, porque bajo este aspecto no supera en nada á otras innumerables obras de la misma índole.

Homero, Viasa y Valmiki casi son mitos; son como los patriarcas, no ya de la sustancia corpórea, sino del espíritu de las naciones; son como los héroes epónimos, no de la asociación política, sino de la comunidad mental; son, en suma, el eco inmortal y sonoro del verbo creador y del espíritu fecundo de un noble pueblo que nace. Su obra abarca cielo y tierra.

Antes, en la edad teológica, el hombre se había acostumbrado a la presencia de lo absoluto en cada realidad relativa; el mundo estaba poblado de mitos; la esencia de los seres flotaba en la superficie, como la niebla matinal sobre los ríos; y el conocimiento íntegro se ofrecía al alcance de la mano, como la frambuesa de los setos.

Ahí están para mayor abundamiento los mitos y las poesías Índicas, anteriores á las leyendas y á los himnos de Orfeo.

Pobremente alimentada con patrañas, mitos y leyendas, la inteligencia humana ha crecido, al fin, lo bastante para necesitar alimentos más consistentes, explicaciones menos fantásticas y más positivas de los hechos y de las cosas del mundo, y se inicia, entonces, la edad de la razón, con el dominio progresivo del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, conquistadas con los métodos positivos de investigación.

Aquel hijo creció, haciéndose mozo fuerte y hermoso como el Hérmes de los mitos paganos. Una mujer indigna, engañosa y astuta, tal vez la ramera de que habla la Escritura, quiso apartarle de su padre, mas éste desplegó tal energía y se defendió tan resueltamente que logró romper aquellos lazos. Pasó mucho tiempo esa divinidad que a toda conciencia hace un día justiciera de misma.

Cosa extraña y que da á comprender la cobardía de los hombres: las bestias montaraces que destrozan y matan á las demás son precisamente las más admiradas. Se les daría con gusto la realeza, y en mitos, fábulas, leyendas y hasta en algún libro viejo de historia natural, se les da el nombre de reyes.

La antigüedad revistió un colorido romántico á los ojos de la nación, sin esfuerzo alguno y como por misma, considerándose su historia como un espejo de la época, como un dominio vastísimo, al cual se podían trasladar todas las manifestaciones de lo presente; sus mitos aparecieron como creaciones fantásticas de índole tan universal, que era dable convertirlas en medios alegóricos para la expresión de las ideas cristianas.

Palabra del Dia

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