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Actualizado: 10 de julio de 2025
Así se estaba aún más a gusto. Uno de los jurados, un viejo, miró a Karaulova y dijo a su vecino: ¡Tiene gracia esa mujer! Sí contestó el otro. Bueno objetó el presidente . El hecho de que sea usted una prostituta no es una razón para negarse a prestar juramento.
El presidente, frunciendo las cejas, consultó a su colega de la izquierda y se dispuso a hablar; pero cayó en la cuenta de que también debía consultar a su colega de la derecha, y se inclinó hacia él. El juez, sonriendo, hizo con la cabeza un signo de aprobación. Escuche usted dijo el presidente, dirigiéndose a Karaulova . El tribunal ha decidido explicarle a usted su error.
Al modo de aquel que, corriendo, choca contra un árbol, el presidente se detuvo, aturdido; buscó con la mirada entre los testigos a la mujer que le había contestado tan rotundamente, y todas las mujeres se le antojaron iguales, lo que le impidió orientarse. Entonces examinó la lista de testigos. ¡Pelagueia Vasilievna Karaulova! ¿Quiere usted prestar juramento? preguntó otra vez. No.
Apenas se hubo sentado, el adjunto del fiscal se levantó: Permítame usted otra pregunta, señor presidente... Usted ha dicho, Karaulova, que su verdadero nombre es Pelagueia. Por consiguiente, se la bautizó con tal nombre. Así, pues, es usted cristiana, lo que consta, como es natural, en su pasaporte.
Si no, las demás pueden también negarse... Luego de arreglarse la cruz que llevaba en el pecho, el sacerdote, más colorado aún, se dirigió a Karaulova en voz apenas perceptible: Señora, sus sentimientos le hacen a usted honor; pero siendo cristiana... ¡Si yo no soy cristiana!
Palabra del Dia
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