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Al entrar, Pepita y yo nos damos la mano, y al dárnosla me hechiza. Todo mi ser se muda. Penetra hasta mi corazón un fuego devorante, y ya no pienso más que en ella. Tal vez soy yo mismo quien provoca las miradas si tardan en llegar. La miro con insano ahínco, por un estímulo irresistible, y a cada instante creo descubrir en ella nuevas perfecciones.

Ambos somos más liberales que Riego; ambos somos más despreocupados que el autor del Citador, libro que V. habrá leído; ambos somos progresistones de lo más fino y neto, y a ambos nos hechiza la igualdad, con tal de que no sea más que ante la ley, y salvas las desigualdades, merecidas o arrebatadas por naturaleza, por gracia, por habilidad o por acaso, de ser unos tontos y otros listos, unos ricos y otros pobres.

Todos envidiaban á Velázquez aquella mujer elevada y arrogante como una torre de marfil, de pies diminutos y lindos como los de Hebe la inmortal copera de los dioses. Pero nadie osaba requebrarla en voz alta, porque el majo tenía fama de puntilloso y agresivo. Tan sólo Antonio, como amigo íntimo, tuvo fuero para exclamar: Dios guarde á la rosa hechizá.

Un bruto estará mirando largas horas la tajada que le hechiza, pero que está colgada demasiado alto, sin que le ocurra que pudiera practicar la misma operacion que el niño, y formar una escalera. Si se le disponen los objetos á propósito para subir, sube; pero es incapaz de pensar que en situaciones semejantes se debe ejecutar la misma operacion.

No es de maravillar ese cariño dijo don Diego, porque el joven posee extraordinarios atractivos, se gana la voluntad de las personas a quien trata, aunque sean muy adustas, y si a él le roban toma represalias terribles, y, según parece, roba los corazones, y los trastorna y los hechiza por tal arte, que les hace olvidar los más sagrados deberes y el conveniente decoro.