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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada: espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser. "No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano."

Y a Cervantes se le iba el pensamiento sin poderlo remediar a doña Guiomar, o, por decirlo mejor, se le estaba en ella; porque ni un punto de ella se había olvidado, como no fuese en aquellos momentos en que otra cosa no vio, ni para más vivió que para Margarita; y ahogábase ya, aunque lo disimulaba Cervantes, porque la ausencia de doña Guiomar se hacía tan larga, que ocasión daba a toda suposición de los recelosos y abultadores celos, y la ira y el espanto le cogían el corazón, e inquieto se hallaba, y a no mediar miramientos, a buscar hubiérase ido a la hermosísima indiana; que entonces, a causa de sus celos y de las emponzoñadas imaginaciones que por ellos en la turbada mente revolvía, parecíale más y más hermosa, y espantábase, porque veía que, si en vez de estar ausente doña Guiomar, lo hubiese estado Margarita, conturbádose hubiera de igual modo y de igual manera enojado e irritado, y no sabía explicarse por qué extraña, y para él no conocida razón, enamorado y en igual o casi igual término de empeño por dos mujeres encontraba; y no sabía cómo de aquella dificultad había de salir; que él con las dos no podía casarse, ni hacer desmerecer en su alma a la una por la otra, con la una casándose y teniendo a la otra por amiga; que ambas eran altivas y honradas, y si la virtud había faltado un punto a Margarita, culpa del amor que enloquece había sido, y a punto doña Guiomar había estado de olvidarse de su virtud por su amor, lo que nada implicaba para que ellas estimasen su honra de una igual manera; que la mujer que ama y, por el amor, de su honra se olvida, no cree que su honra ha perdido, sino que en depósito la ha dado al señor de su alma, y en obligación le considera de restaurarla en su honra, haciéndola suya, su esposa y compañera.

Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser. "No diréis, tío, que os lo bebo yo, decía, pues no le quitáis de la mano." Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.

Palabra del Dia

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