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Actualizado: 30 de junio de 2025
Nuestro poeta español se hallaba con el público en igualdad de relaciones que el inglés: se presentaba ante un auditorio, entre cuyos individuos se encontraban, sin duda, los hombres más ilustrados de su época; pero que de ninguna manera tenían presente su erudición á cada instante para aplicar á la poesía la medida exacta de la instrucción y de la crítica.
Además, señalaba al hermano, sentado a dos pasos de ellos, mostrándoles la espalda, mientras intentaba asombrar al chófer con su vasta erudición en marcas de automóviles. Pero Nélida levantó los hombros. ¡Lo que le importaba aquel tonto! ¡Ojalá arreglase Dios las cosas de modo que cayese del asiento y las ruedas lo convirtiesen en papilla!...
Lo que hoy se llama erudición en su sentido estricto, era desconocido de Calderón, y, por tanto, había de incurrir en errores de poca importancia, debiendo tenerse en cuenta, que la historia, especialmente de la antigüedad, y la geografía de los países lejanos, no se conocía en su tiempo con la exactitud que en el presente . Los conocimientos de Calderón de idiomas extranjeros, se limitaban al italiano y al latín.
Por lo que se puede presumir de las muestras que he visto de esta obra, hay en ella mucho chiste y gracejo, si bien combinado con el deplorable mal gusto, el enmarañado y pedantesco culteranismo, la impertinente erudición y el abuso de los retruécanos.
Entre todas estas cosas, se hallarían muchas muy grandes, consideradas en sí; pero al elegir entre ellas alguna que ofrecer á V. A., nada se hallaría, no sólo grande, pero ni aún digno de emplear vuestro Real ánimo, mayor que todo. Entonces lo más precioso parecería despreciable, la curiosidad, desaliño, la sutileza, tosquedad y barbaridad la erudición.
Luego deseo que todas las páginas lleven notas, muchas notas, que ocupen tanto como el texto. He visto que todas las obras importantes van así. También esto da aire de seriedad y prueba erudición en el autor. Hay que citar muchos nombres y que sean extranjeros; cuanto más enrevesados, mejor.
Porque sobre estas materias tenía mi padre una erudición abundante, pero un tanto sospechosa, obra de una voracidad que entraba con lo cierto lo mismo que con lo fantástico, por apego tenaz, aunque meramente platónico, a las cosas de su tierra.
Se trataba de la peste que hacía estragos en el ganado: don Rosendo buscaba en su diccionario las palabras ganado, caballo, toro, carnero, forrajes, industria pecuaria, etcétera, y así que leía lo que decía sobre ellas, tomaba la pluma, y su genio periodístico se encargaba de trazar uno o varios artículos, rebosando de filosofía y erudición.
Por jácara, más que por espíritu de erudición, D. Rodriguín se había prohibido en absoluto la lengua castellana, y hasta las frases más familiares y las más insignificantes expresiones las latinizaba con zandunga, entremezclando siempre en su charla trozos de los clásicos y fragmentos de verso y prosa, vinieran o no a cuento.
Además del defecto antes citado, suele también atribuírsele comunmente el de hacer alarde de falsa y extemporánea erudición. Alúdese, sin duda, á sus referencias á la mitología y á la historia antigua, no siempre oportunas en sus obras. Conviene no olvidar, sin embargo, que, entre los españoles, como entre los demás pueblos románicos, se ha conservado siempre vivo el recuerdo de la antigüedad.
Palabra del Dia
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