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Actualizado: 6 de octubre de 2025


El Obispo nunca hablaba mal de nadie; para él como si no hubiera un grosero materialismo ni una hidra revolucionaria, ni un satánico non serviam librepensador». En concepto de Glocester, Camoirán había comenzado a desacreditarse en los sermones de la Audiencia.

Pero si yo le juro a usted que no hay nada; que esto no tiene nada que ver con todas esas otras calumnias de antaño.... Peor; peor que peor.... Y sobre todo lo que yo temo es que el otro se entere, que Camoirán crea todo eso que ya dicen. ¡Que ya dicen! ¡En dos días! , en dos; en medio... en una hora.... ¿No ves que te tienen ganas? ¿que llueve sobre mojado?... ¿Hace dos días?

Así era el buen Fortunato Camoirán, prelado de la diócesis exenta de Vetusta la muy noble ex-corte; aquel humilde Obispo a quien el Provisor en cuanto entró en el salón reprendió con una mirada como un rayo. El Obispo estaba sentado en un sillón y las dos señoras en el sofá. Eran Visita, la del Banco, y Olvido Páez, la hija de Páez el Americano, el segundo millonario de la Colonia.

En ocasiones se les figuraba a las apasionadas de don Fermín que el imprudente contaba desde el púlpito lo que ellas le habían dicho en el confesonario. También en el tribunal de la penitencia había derrotado el Provisor al Obispo. Cuando Camoirán llegó a Vetusta, se vio acosado por el bello sexo de todas las clases: todas querían al Obispo por padre espiritual.

Palabra del Dia

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