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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La fisgona de doña Petra, hermana de don Feliciano Gómez, que pasaba por la Rúa Nueva al tiempo de apearse doña Paula y sus hijos, pudo observar que el criado sacaba del coche una porción de paquetes, que se le antojaron piezas de tela. Bastó para que todo Sarrió supiese que en casa de don Rosendo se trabajaba ya en el equipo de la hija mayor. Doña Paula, con tal motivo, tuvo una sofocación.
Al apearse Candido y Cacambo del coche, fuéron recibidos por veinte hermosas doncellas de la guardia real, que los lleváron al baño, y los vistiéron de un ropage de plumion de colibrí; luego los principales oficiales y oficialas de palacio los conduxéron al aposento de Su Magestad, entre dos filas de mil músicos cada una, como era estilo.
Y ya desde entonces empezó claramente a dar señales de hallarse molesta en el coche, moviendo la hermosa cabeza ora a un lado, ora a otro, con visibles deseos de apearse. Mas no lo hizo hasta llegar a San José, frente a cuya iglesia hizo parar y bajó, pasando por delante de su perseguidor con una expresión de fiero desdén capaz de anonadarle.
No, señor; esa es la excepción.... Y mire usted que venir en carruaje descubierto.... Y junto a ella... Y apearse aquí se atrevió a decir el beneficiado. Justo; tiene razón este... apearse aquí... Señor Arcediano, permítame usted decirle que su colega de usted está dejado de la mano de Dios.
Al apearse del tren vaciló un momento acerca de lo que había de hacer. Decidiose a interrogar al primer mozo que le salió al paso. Oiga usted: ¿me podría informar si hay en la villa algún alquilador de caballos? Sí, señor; hay dos. ¿Quiere usted guiarme a casa de uno de ellos?
Palabra del Dia
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