United States or Saint Pierre and Miquelon ? Vote for the TOP Country of the Week !


Con el título que arriba se expresa, el señor D. B. Rodríguez Serra ha empezado a publicar una colección de libros de filosofía, y de esto que con vocablo feo e híbrido llaman ahora sociología.

Durante los últimos quince años de su vida fue un apóstol de la educación científica y moral, ocupando cátedras en las Universidades de Buenos Aires y La Plata; de ésta última fue vicepresidente fundador y canciller vitalicio. Su carrera de escritor, iniciada en la prensa, en 1882, le llevó a especializarse en estudios de educación, sociología y moral.

A continuación doy, en forma amena, algunas de sus observaciones. Excúseme el lector si las encuentra deficientes, y vea sólo en estas líneas un modesto intento de contribuir al estudio de la sociología comparada. Ron es un varón fuerte, a quien los naturalistas llaman saltador escénico, y dicen que es de la clase de los aracnoides, y aseguran que pertenece al orden de los atidos.

Sarmiento se reconoce con ello, más en los dominios de la epopeya que en los de la sociología o la historia, como han creído algunos sociólogos ingenuos o pedantes, cuya ciencia consiste en ignorar la verdadera historia argentina.

Ahora comprendo lo que leí tiempo ha en cierto libro de Sociología, que me hizo honda impresión y que no he olvidado nunca: «La humanidad, dice el referido libro, considerada en su vida colectiva, no ha nacido aúnTratando luego de cuando nacerá, y después de larga investigación y de cálculos sutiles, pronostica que nacerá dentro de catorce mil y quinientos años sobre poco más o menos.

Su vasta, compleja e inusitada labor esparcida en numerosos volúmenes, de filosofía, de educación, de política y de sociología, escritos con ese sello tan característico, tan suyo, que lo hace inconfundible entre mil. No he conocido antes a Álvarez.

Paisajes, costumbres, caracteres, modos de hablar, antecedentes étnicos, nada cae fuera del vastísimo campo de acción de la novela: género admirable, amasijo exquisito de ciencia y de arte, donde campean, junto á las trascendentes afirmaciones de la sociología y de la medicina, las frivolidades de las nueve musas; obra suprema, en fin, ordenada á reflejar dentro de una inquebrantable unidad todos los colores y todos los rumores, y todos los perfumes y todas las complejidades, sin guarismos, de la vida.

Pero el antiguo seminarista no era capaz de permanecer inactivo con su bagaje de nuevas ideas. Necesitaba creer en algo, dedicar a la defensa de un ideal la fe de su carácter, hacer uso de aquel ardor de proselitismo que había causado admiración en la clase de Elocuencia del Seminario. La sociología revolucionaria se apoderó de él.

Lo que hubo en él de polémica, ha pasado con su ocasión; lo que hubo en él de historia, ha sido rectificado por su autor y por la ciencia; lo que hubo en él de «sociología», está siendo rectificado por la vida misma de nuestro país.