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Actualizado: 9 de julio de 2025
Si se cierra, romperán la puerta. Entonces, la dejamos abierta. Sí; dejadla abierta, y dejad abierta la escotilla. Nosotros, adentro. Desde la sobrecámara pudimos presenciar el alboroto del barco. Los chinos, sobre todo, armaban una algarabía infernal. Nissen recordó que el doctor Cornelius tenía guardado en su armario un alambique.
Era un buen marino aquel hombre silencioso. Zaldumbide me contó que, estando en el servicio, parece que había servido en la marina danesa; un oficial, injustamente, le mandó azotar. Poco tiempo después, Nissen, una noche regó con petróleo la cama y el cuarto del oficial y les pegó fuego. Después se escapó no sé cómo. Mi mejor amigo en el barco era Allen. El conocia mi vida y yo la suya.
A la luz pálida del alba se veía el cadáver de Zaldumbide, colgado de una verga, balanceándose con los movimientos del barco. Se lo advertimos al teniente y a Nissen, y éste, con su habitual laconismo, nos dijo: Las llaves, las llaves. Es verdad repuso el teniente ; hay que registrarle, a ver si tiene el llavero. Ninguno de los otros vascos se atrevía, y fui yo.
En aquellos buques de madera no se necesitaban las correcciones que hoy son precisas en los barcos de hierro; con los compases de Thompson y las barras de Flindrs. El cuarto de Nissen, el timonel, tenía un ventanillo, desde donde podía mirar la brújula, y una trampa que comunicaba con la cámara del capitán.
Palabra del Dia
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