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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Después de largas campañas en Flandes o en Italia, tenía asegurada una espera no menos luenga en las antesalas de los palacios, con el memorial en las rodillas, solicitando una recompensa de criado por los pelotazos de hierro y los acuchillamientos recibidos en las batallas contra el turco y el herético.
Sí, que asaltan los muros con vigor. Ya plantan las escalas y disparan un nublado de flechas. Allí su jefe, alto y hermoso, con luenga barba rubia, lanza á sus soldados contra la maciza puerta. Pero los del castillo se defienden valerosamente. Una mujer, sí, una heroína los manda.
Había subido la luenga calle con aires de paseante, distraída, alegre, vago el mirar; bajábala como los monomaniacos. Al llegar frente a la iglesia, sacola de este embebecimiento un ruido de pasos que sintió tras sí. «Estos pasos son los suyos pensó ; pues lo que es yo no miro para atrás. ¿Qué haré? Aprisita, aprisita». La curiosidad pudo más que nada y Fortunata miró; no era.
El cuadro era bueno y representaba a Su Majestad en gran uniforme, de medio cuerpo, con aire y bríos juveniles, nariz luenga, cabellos negros, ojazos llenos de relámpagos y aquella expresión sensual y poco simpática que caracterizó al Deseado Aborrecido. Tan trastornado estaba Carnicero, que le parecía ver por primera vez aquella figura en su gabinete, y retrocedió con cierto espanto.
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