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Actualizado: 16 de julio de 2025
Camila Liénard se ruborizó y abrió inmensamente sus hermosos ojos. Delaberge prosiguió: En ese retrato que hizo usted del marido soñado, pienso que no es imaginario todo... Puede que haya en alguna parte un ser real en quien usted pensase... inconscientemente, cuando me iba enumerando las cualidades de su ideal. No... no, yo se lo aseguro; yo no sé...
No condeno de ningun modo la buena intencion que puede abrigarse en aquel deseo; conozco que el deseo es, por sí solo, una gran virtud, una virtud inmensamente venerable, porque es lo que más nos acerca á Dios; pero cuando el deseo no se cumple, cuando no halla una fórmula práctica en su aplicacion, es una verdadera teología.
Para llegar á percibir estas relaciones, esta necesidad, se requiere algo mas; ese algo mas, llamadle ideas innatas, fuerza, fecundidad, actividad del espíritu, ó como querais: lo cierto es que existe, que no ha podido nacer de la sensacion, y que pertenece á un órden totalmente distinto de los fenómenos sensibles, inmensamente superior.
Era inmensamente rico: ¿por qué no mantener un lujo que era la suprema ilusión de todas ellas?... No le ofendía que de este lujo disfrutasen sus sucesores. Experimentaba un orgullo de dios al hacer sentir á todas horas su generosidad sin dejarse ver. En París, una joyería dirigida por un judío de origen español trabajaba solamente para los regalos del príncipe.
Y, sintiéndose satisfecho de su epigrama, continuó en estos términos: El conde Arturo de V * descendía de una antigua e ilustre familia del Mediodía. Su madre, que se quedó viuda muy joven, no tuvo más hijo que él y carecía de bienes; pero tenía un hermano que era inmensamente rico.
Su habitación está al otro extremo del edificio. Hace más de seis meses que no hemos vivido juntos ni nos hemos visto, fuera de las horas de comer. ¡Qué triste papel para el cabeza de familia! ¿verdad? dijo con forzada risa; pero me alegro de verte, Jacobo, me alegro inmensamente de verte. E inclinose sobre el borde de la cama, para estrechar la mano de Melín, que permanecía mudo.
Y don Salvador cogió una jofaina llena de agua y la puso en el suelo al lado del perro, que comenzó a beber con avaricia, agitando la cola. Cachucha abrió inmensamente los ojos y dijo: ¡Calla; pues es verdad; bebe agua! Y volviéndose indignado contra la muchedumbre, añadió: ¡Pedazos de brutos, animales! ¿Por qué me habéis dicho que estaba rabioso?
Palabra del Dia
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