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Actualizado: 1 de junio de 2025


Las dos fornallas, cargadas de leña, lanzaban al aire grandes llamaradas, y el agua de las dos pailas hervía sin cesar. Los moluscos, conforme iban cociéndose, eran echados en la lona, la cual estaba protegida por un toldo, para impedir que el sol echara a perder la pesca.

Las dos fornallas no habían parado de trabajar un solo momento, y verdaderas toneladas de olutarias habían pasado ya por las calderas. Estaban repletas de pesca todas las tiendas, y hasta cerca de las escolleras se alzaban enormes montones, prontos a ser cargados. Para nada los habían molestados los salvajes hasta entonces, ni habían dado siquiera señales de vida.

Los chinos extrajeron los moluscos de las pailas con las espumaderas y los fueron echando sobre una lona que habían tendido cerca de las fornallas. Hans y Cornelio contemplaban atentamente todas aquellas maniobras.

Mientras los pescadores descansaban tranquilamente en las tiendas, los hombres de guardia, que velaban alrededor de las fornallas, distinguieron, hacia las tres de la mañana, una luz en una altura, como a tres millas de la costa.

Estas animosas palabras produjeron poco efecto en la tripulación china, que, en vez de acampar junto a las fornallas y los toldos, se quedó en la playa, para poderse embarcar más fácilmente. Decididamente, los holandeses no debían contar para nada con aquellos hombres, más dispuestos a huir que a ayudarlos.

Su actitud resuelta produjo excelente efecto en la tripulación, turbulenta por naturaleza, pero también muy cobarde. Los pescadores fueron los primeros en ponerse al trabajo, imitándoles los preparadores, los cuales encendieron las fornallas; pero ni unos ni otros trabajaban con la diligencia de los días precedentes.

Los preparadores del trépang aún no habían encendido las fornallas y sostenían viva discusión con el viejo marinero, el cual de vez en cuando daba alguna que otra puñada en la rapada cabeza a los hombres amarillos. ¿Qué pasa aquí? preguntó Van-Stael desde lejos, arrugando el ceño. ¿Habrán asaltado los indígenas el campamento? dijo Cornelio. No puede ser: habríamos oído los tiros.

Palabra del Dia

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