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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Presenció el tercer acto de Otelo, aquel terrible acto cuya música parecía ser digna continuación del Dies iræ de la mañana, en la que Rossini parecía completar a Thalberg; y al llegar a la escena en que el moro se suicida después de asesinar a Desdémona, tan en serio tomó la tragedia que estuvo a punto de gritar como Aria a Petus: ¿Verdad, Otelo, que no hace daño?

Al acercarse a su mujer se le ocurrió recordar al moro de Venecia, de cuya historia sabía por la ópera de Rossini; , él era Otello y su mujer Desdémona... sólo que al revés, es decir, él venía a ser un Desdémono y su esposa podía muy bien ser una Otela, que genio para ello no le faltaba. Lo principal, por lo pronto, era averiguar si dormía.

xii Aurora y Fortunata, después de cumplir un rato con la visita, riéndole las gracias a doña Desdémona, se fueron al balcón. La viuda tenía que contar a su amiga cosa de mucha importancia, y al instante empezó el secreto. «Ya no me queda duda. Ciertos son los toros. ¿Sabes que el primo Moreno no sale de la tienda?

Todo lo dice al revés, y el otro día me sostenía que doña Desdémona es una mujer hermosa. Me parece que si seguimos por ese camino, tendré que traerme acá la vara...». No afectaron a Fortunata estas bromas. Observábala él con atención seria, notando que una idea muy siniestra y tenaz la dominaba, y que no era fácil quitársela de la cabeza.

Palabra del Dia

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