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Actualizado: 14 de junio de 2025
Estas reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi casa un extranjero de estos que en buena o en mala parte han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica, de estos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos, francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando que nuestro carácter se conserva tan intacto como nuestra ruina; en el segundo vienen temblando por esos caminos, y preguntan si son ladrones que los han de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países.
Pues para que no se vuelva merienda de negros debemos seguir combatiendo en la Grande Antilla dijo entonces D. Valentín. Los cubanos, ni con mucho, son todos rebeldes, y tenemos el deber de defenderlos de los foragidos y de salvarlos de la rapacidad y de la insolencia tiránica de los aventureros que quieren apoderarse de la isla.
Usted, que conoce, como unos pocos de nosotros, el gran poder destructivo de las materias explosivas, ¿qué importancia puede dar á nuestros regimientos, armados de flechas y lanzas, como en los reinados de los más remotos emperadores?... Pero necesitamos mantener este ejército poco temible, porque los pueblos, aunque vivan en paz, quieren saber que existe una fuerza pública capaz de defenderlos.
Sabra reconocer mis bondades por medio de nuevos crimenes. Una ciudad floreciente esta sumergida en el sueno, la aurora alumbrara su desolacion: la horrible peste ha caido de repente sobre los habitantes durante su descanso. Pereceran a millares. Los vivos huiran de los moribundos que deberian consolar; pero nada podra defenderlos de los tiros crueles de la muerte.
Al siguiente día los náufragos del junco dejaban la aldea de Uri-Utanate, y descendían la corriente del río Durga en una de las mayores y mejor provistas embarcaciones de aquellos naturales. El hijo del jefe y doce de los más hábiles marinos indígenas les acompañaban para defenderlos de los piratas de la costa y guiarlos hasta las islas Arrú.
Palabra del Dia
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