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La americana pardusca, de codos raídos y solapas sebosas, fue sustituida con otra de paño fantasía a cuadros azul verdoso y ocre; las corbatas de tres vueltas, contemporáneas de la vicalvarada, se trocaron en nudos a la marinera, ya morados como pellejo de ciruela damascena, ya blanquisucios como cuello de tórtola; con asombro de Frasquita, se acostumbró a mudarse de camisa dos veces por semana; y desafiando al reuma, en lugar de calzoncillos de bayeta amarilla, comenzó a usarlos de bombasí, que otros llaman fustán, tela peluda, con lo cual de medio cuerpo abajo, más que hombre parecía oso blanco. ¡Irracional y triste condición que le trajo la ponzoña de la sensualidad!

Y concluyó: Para , una de las mejores, por no decir la mejor de las trágicas contemporáneas, es Eleonora Duse. ¡Qué voz, qué fuerza emotiva, qué agilidad de expresión tiene!... ¿No opina usted lo mismo? El interpelado, que había palidecido hasta la lividez, repuso con un gesto ambiguo.

Hablando con desenfadada franqueza, yo creo inferiores á lo que hoy se escribe todas las producciones literarias de aquella edad, salvo tres, cuya resonancia y fama en las naciones extranjeras, y cuyo influjo en la cultura general no tiene traza de adquirir ni podemos presumir ni esperar que adquiera ninguna de nuestras producciones contemporáneas.

Así fué que nada se les ocurrió á los buenos alfayates que formaban la Hermandad de san Mateo, más ingenioso que el organizar una cabalgata alegórica con el título de El piadoso Eneas de las Españas, la cual fué cosa de ver, y bien merece que me ocupe de ella, siguiendo con toda fidelidad las relaciones contemporáneas, que por lo puntuales y verídicas no han de prestarse á dudas.

Viajaba a menudo y gastaba grandes sumas en objetos de arte. Los cuadros buenos le entusiasmaban, pero los bronces de mérito le enloquecían. Tenía el buen gusto de no invertir un ochavo en libros viejos, ni en vargueños apolillados; prefería las obras contemporáneas, si eran buenas, y, lo que es más raro, las leía y las saboreaba.