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Actualizado: 6 de julio de 2025
En cuanto suegro y yerno cambiaron los primeros saludos, consagrando algunas palabras a las familias ausentes, la conversación recayó sobre la batalla: mi amo contó lo ocurrido en el Santísima Trinidad, y después añadió: «Pero nadie me dice a punto fijo dónde está Gravina. ¿Ha caído prisionero, o se retiró a Cádiz?
Concluiremos consagrando un recuerdo á uno de los principales héroes de este capítulo. Nuestro amigo don Pablo Bragas murió en Ateca á los noventa y un años de edad, de calenturas gástricas, debidas al doble efecto de un hartazgo de salpicón y de un constipado que cogió examinando la conjunción de Arcturus con Marte en una noche de Enero.
Desde hacía algún tiempo venía consagrando toda la fuerza de estos lóbulos a la resolución de un problema magno, el mismo que había anunciado vagamente a su yerno como algo que el mundo debía de acoger con asombro y aplauso. Este problema, hora es ya de revelarlo, no era otro que el origen del pensamiento. El ingenioso Sánchez, a la hora presente, sabía de un modo perfecto la geografía cerebral.
No busquemos pues en nuestros anales eclesiásticos memorias de grandes abadías émulas de las que hemos nombrado; todo por el contrario induce á creer que para citar algo de lo conocido que dé una idea aproximada de lo que podrian ser los monasterios nuestros en las provincias dominadas por los infieles, en la época misma en que se trazaba el suntuoso plano de la abadía de S. Galo, habria que acudir á las primeras casas de la reforma cisterciense, en las cuales, prescindiendo de toda constitucion y reglamento particular, se vivia estrictamente segun la regla de S. Benito, consagrando el dia á la oracion, al estudio y al trabajo corporal, labrando los monges la tierra por sus propias manos, y empleándose personalmente en toda clase de faenas dentro y fuera de la casa, sufriendo las inclemencias de las estaciones, sin criados y familiares que les llevasen la pesada carga del servicio cotidiano y mecánico.
Nada, como he dicho, hubo que censurar en ella en los primeros ocho años de matrimonio. Vivió resignada como una mártir. Ni siquiera tuvo el consuelo y el refugio que tienen otras mujeres, consagrando su corazón al amor maternal. El maldito enlace fue estéril. Los condes de Fajalauza no tuvieron hijos. Un asunto de grande interés reclamó por aquel tiempo la presencia del Conde en Lima.
Palabra del Dia
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