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Olalla. Segun esto, ya es fácil señalar hácia qué parte caía el arrabal Fragelas. Otras iglesias habia en Córdoba durante la ocupacion sarracénica, pero por lo visto no merecieron la celebridad que estas, ni se conservó la memoria de sus respectivas dedicaciones.

Distinguia al célebre poeta Abdallah ben Xamri, y á Yahye ben Hakem. Véase Conde, t. 1.º, cap. «Bajándole á su lecho, murió aquella misma noche, antes que acabase de consumir el fuego los cuerpos de los sagrados mártiresBravo, t. 1, p. 133. De estos pseudo-cristianos, cooperadores de la tiranía sarracénica, haremos mencion especial mas adelante, en el capitulo Córdoba mozárabe.

Es claro que para fijar este dato eran menester otros mucho mas principales, y que ignorándose hasta el número y nombres de los prelados que gobernaron la iglesia de Córdoba desde el año de la pérdida de España hasta el de 850 en que comienza la persecucion sarracénica, no debe estrañarse que se ignoren otras particularidades de menos monta; pero á veces sucede colmarse impensadamente un gran vacio con un simple dato de poca importancia al parecer, como se ilumina un espacioso é ignorado antro con el resplandor de una pequeña llamita.

No declara en verdad con palabras terminantes el historiador citado que esta iglesia derruida fuese la de los tres mártires Fausto, Januario y Marcial; pero probando abundantemente Ambrosio de Morales y los demas escritores cordobeses, Rea Rivas y Gomez Bravo, que la basílica de los tres mártires fué la antigua catedral donde residió el obispo todo el tiempo de la dominacion sarracénica, resulta evidenciado del cotejo de nuestros historiadores con el mencionado Al-Makkarí, que la iglesia que los Cristianos levantaron en sustitucion de su antigua basílica catedral, vendida á los Musulmanes, fué esa misma de los tres mártires, situada en efecto cerca de los muros de la ciudad á la parte del mediodia, y en la Axarquía ó parte baja que ocupaban los Cristianos.

Con este tristísimo preludio, sin mas de lo que estrictamente exigian de consuno la conservacion del órden social y las necesidades de la política musulmana, sin lujo alguno de tormentos accesorios , y como una cosa muy natural dentro del círculo del derecho penal mas escrupuloso, comenzó la sangrienta persecucion sarracénica como una verdadera lucha instestina entre el Estado que pugna por consolidarse y la conciencia que forcejea por la conservacion de su libertad, y en la cual, si bien los instrumentos del poder se encruelecieron al compás de la exaltacion en la santa protesta, el principio que guió al Estado al castigar inflexible el delito de subversion no dejó de ser por eso legítimo en la esfera de las ideas islamitas.