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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Le habló, preguntándole de dónde venía, y el joven sólo supo contestar vagamente con su habitual timidez: «D'ahí... d'ahí...» Luego calló, como si estas palabras le costasen inmenso esfuerzo. Siguieron el camino en silencio, separándose cerca de la barraca. ¡Bòna nit y grasies! dijo la muchacha. ¡Bòna nit! y desapareció Tonet marchando hacia el pueblo.
Un «bona, nit!» o una petición de lumbre para el cigarro podían recibir como contestación un pistoletazo. Algunas veces no pasaba nadie ante la alquería, y sin embargo, el perro, avanzando el pescuezo, aullaba frente al vacío negro. A lo lejos parecían contestarle aullidos humanos.
Aún era pronto, faltaban muchos minutos para la hora: lo tratado era ley. Pero Pep, con su testarudez de campesino, se hacía el sordo, repitiendo las mismas palabras mientras se ponía de pie e iba hacia la puerta, abriéndola completamente. «Las nueve y media.» Cada uno era amo en su casa, y él hacia en la suya lo que creía mejor. Debía levantarse temprano al día siguiente: «¡Bona nit!...»
Más cerca aún de la ciudad que en los otros días, salió al encuentro de Roseta. ¡Bòna nit! Pero después de la salutación de costumbre no calló. Aquel tímido parecía haber progresado mucho durante el día de descanso.
Una noche experimentó Roseta cierto alivio. Cerca aún de la ciudad, salió al camino un hombre que empezó á marchar al mismo paso que ella. ¡Bòna nit!
Palabra del Dia
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