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Actualizado: 31 de mayo de 2025


La solemne mistress Augusta Haynes pasó ante sus ojos. ¿Cómo se portaría con él?... ¿Sería la serpiente del paraíso que acababa de crear?... Su optimismo acabó por no tener en cuenta el aspecto imponente y duro de la madre de Margaret. El fondo de su carácter tal vez era bondadoso, como afirmaba la hija. ¿Y si no lo es?... ¿Y si no lo es?...

El cow-boy más viejo abría los ojos con asombro infantil. «¡Y la mistress vivía encerrada contra su voluntad! ¡Y esto era posible!...» A los pocos minutos veíase Maltrana avanzando cautelosamente por el pasillo que conducía a su camarote, seguido de varios compañeros que marchaban en fila, conteniendo el aliento como si fuesen a sorprender a un enemigo dormido.

Ella fué la que tomó la iniciativa, sabiendo que «El rey de las praderas» se mostraba tímido en su presencia, quedando como adormecido bajo el poder de sus ojos. Ya estoy cansada de ser miss Craven. Ahora deseo ser mistress Gould. ¿Está usted conforme, Lionel? Aunque él hubiese dicho que no, Mina habría preparado lo mismo el matrimonio.

Mistress Augusta Haynes era una señora de gran estatura y no menos corpulencia, breve y autoritaria en sus palabras, y que contemplaba el deslizamiento de la vida á través de sus lentes, apreciando las personas y las cosas con la fijeza altiva del miope.

Como si su instinto le avisase la certeza de un amor que hasta entonces sólo había sospechado, mistress Augusta Haynes, al llegar el invierno, decidió pasarlo lejos de Nueva York, y fué á instalarse con su hija en un lujoso hotel de Pasadena.

Palabra del Dia

rigoleto

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