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Actualizado: 14 de junio de 2025
Eran piezas de esa ebanistería parisién del barrio de San Sulpicio, puesta al servicio de los fieles, que arregla oratorios para las señoras elegantes con el mismo refinamiento con que sus compañeros de oficio adornan un dormitorio ó un budoir. El gusto artístico del jesuitismo contrastaba con la arquitectura del templo, de un gótico sobrio, con grandes sillares sin adorno alguno.
La esposa hincó más sus ojos en los del capellán e hizo dos o tres interrogaciones concretas, terminantes. Aquí del jesuitismo, mejor dicho, de la verdad cogida por donde no pincha ni corta. Me puede creer; ya ve que no había de tener gusto en decir una cosa por otra: no sé de quién es el chiquillo. Nadie lo sabe de cierto. Parece natural que sea del querido de la muchacha.
Después aparecía entre los montes de la ribera izquierda, con una insolencia monumental que irritaba al doctor, la Universidad de Deusto, la obra del jesuitismo, señor de la villa. Eran tres enormes cuerpos de edificio con frontones triangulares, y á sus espaldas un parque grandioso, extendiendo su arboleda montaña arriba, hasta la cumbre coronada por una granja vaquería.
No creer lo antedicho y hacerse, sin embargo, jesuíta, presupondría falta de discreción ó razones y motivos egoístas y bajos en quien tal hiciese. Alistarse en las filas del jesuitismo sin creer en su superior condición, sólo se explicaría entonces por la gana de tener una posición ó una carrera, de buscarse un modo de vivir, de ingeniarse ó de industriarse en suma.
Sí señor; es un aforismo médico: ubi irritatio ibi fluxus. ¡Perfectamente! ¡Ubi irritatio... justo, ibi... fluxus! ¡Convencido! Pero aquí el nuevo influjo... ¿dónde está? Veo el otro, el clero, el jesuitismo... pero, ¿y este? ¿quién representa esta nueva influencia... esta nueva irritatio que pudiéramos decir?... Pues es bien claro. Nosotros.
Palabra del Dia
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