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Actualizado: 26 de julio de 2025
Ahora ves que no tengo dueño y comienzas a dudar. ¿Y esas ropas, ese lujo, el coche, todo lo que yo he sabido de otro hombre... un señor Martínez... un niño? ¡Pobre de mí! ¿Cuánto dinero me dejaste al marcharte de Santurroriaga? Veinte mil reales. Pues aún me quedan algunos duros.
-Por quien Dios es, Sancho -dijo a esta sazón don Quijote-, que concluyas con tu arenga; que tengo para mí que si te dejasen seguir en las que a cada paso comienzas, no te quedaría tiempo para comer ni para dormir, que todo le gastarías en hablar.
Claro, ¡como no hay todavía franqueza entre nosotras, y tú eres una joven tan corta de genio!... ¿O es que piensas tomar el papel de casada por lo serio y comienzas ya a hacer provisiones de formalidad?... Lo cierto es que te desconozco esta noche... Ya ves tú..., el lance, al fin y al cabo, si no es serio, es nuevo para mí; y al verme tan cerca de él...
¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? -dijo don Quijote-; que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas, que te lleve. Dime, animal, ¿qué sabes tú de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna? ¡Oh! Pues si no me entienden -respondió Sancho-, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates.
Palabra del Dia
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