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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Volvió a la calle porque la voz se le mudaba, que era para el caso como perderla; y con la edad de comenzar las pasiones a abrir sus yemas, coincidió la mayor pobreza de su vida, por lo que no fue extraño, o a él no se lo pareció, que por aquellos días sus expedientes para procurarse el sustento y lo demás que necesita un mozo suelto y sin escrúpulos, fuesen del todo incompatibles con los rigores de la ley civil y criminal; sin que esto quisiera decir que llegase a robar, al menos con violencia; sino que, recordando tradiciones familiares, inventó industrias alegres y vistosas, como juegos de feria, con moderada trampa, inocentes chascos, justo castigo de tontos avarientos y confiados necios, en que el provecho que a él, a Mingo, le quedaba entre las uñas, era apenas la necesaria retribución de su trabajo, que hubiera sido exigua cotejada con el riesgo y con el primor y gracia de las trazas inventadas.
Esta falta de noticias coincidió con una repentina animación de doña Elena. ¿Con quién hablaba aquella mujer? ¿Qué encuentros eran los suyos cuando salía á la calle?... Sin perder su humildad de víctima, con la mirada dolorosa y la boca algo torcida, hablaba y hablaba traidoramente. ¡El tormento de don Marcelo al escuchar al enemigo albergado en su casa!... Los franceses habían sido derrotados á un mismo tiempo en Lorena y en Bélgica.
Apenas se pasaba día sin que no le arrojase de junto a sí con algún insulto que iba a clavársele en el corazón: en no pocas ocasiones le cerró la puerta o le tuvo aguardando horas enteras para dejarle entrar. Coincidió este desvío con frecuentar el cuarto de la guardilla un nuevo muchacho de los años de Miguel, pero gordo y crecido, y tan rubio y blanco como una inglesa.
Palabra del Dia
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