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Actualizado: 6 de junio de 2025
En materia de amor lo principal es el amor, verdad harto inocente que sólo desconoce la casamentera. Todo lo demás es circunstancial y accesorio. Fortuna, belleza, equivalencia de posición social, todo es inútil si falta lo esencial, la reciprocidad de un intenso afecto, la afinidad de las almas, la adhesión recíproca de los corazones.
Los procedimientos son variadísimos, según las personas que se trate de unir, el medio social y las circunstancias que las rodean. Empieza la casamentera por convertirse en confidente de cada una de las personas que trata de coyundar.
La felicidad está en la libre elección, en unirnos al ser que la Providencia pone en nuestro camino para que encienda en amor nuestro espíritu y colme nuestras esperanzas. Lo razonable en amor es el ensueño propio y no las lógicas combinaciones de una casamentera. Lo primero que se debe considerar en todo consejo es la posición de quien lo da.
Un consejo no es eficaz ni sirve para nada si la persona que lo ofrece no se coloca en las circunstancias de aquella otra que ha de recibirlo. La casamentera nunca se percata de esta condición indispensable en todo consejo. Y aun asimismo, aun colocándose en estas circunstancias, es difícil el acierto, pues como dice Byron «rara vez sucede que de un buen consejo resulte algo bueno».
A la muchacha le comunica todo lo bueno que el mozo diga de ella, y aún aumenta algo de su propia cosecha; y al mozo todo lo mejor que de él diga la señorita, y si no dice nada, la casamentera lo inventa.
Pero descendiendo de la historia a la vida corriente, mortal y vulgar, discurramos un poco, aunque sea muy someramente, sobre la intromisión casamentera. Bien está ella cuando se pide, cuando, a fin de allanar algunos obstáculos, se solicita el patrocinio de una dama para que venza las resistencias que se oponen al anhelo del pretendiente.
Todo el error de la casamentera deriva de creer que el amor surge de la conveniencia y no al contrario, la conveniencia del amor, porque, donde no hay amor, todo es inconveniente. Generalmente la casamentera no ha tenido grandes pasiones. Ignora las tormentas del corazón.
Comprometido su amor propio, la casamentera incurre en exageraciones graciosas. Los ángeles son inferiores a la pareja que trata de unir. Y se sorprende de que sus razonamientos no convenzan. No sabe que en materia de amor, como ha dicho un glorioso padre de la Iglesia, el corazón tiene sus razones que no conoce la razón.
Pocas veces la casamentera opera sola, sino en combinación con otras, aficionadas como ella a tramar enlaces y noviazgos. Para hacer el «gancho» recurren a mil arbitrios delicados, procurando que la pareja se hable y se trate, encontrándose de una manera «casual» en todas partes.
Acometido ya de la fiebre casamentera, detuve a Chisco al topar con él en el carrejo de la cocina.
Palabra del Dia
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