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La razón, en tanto, sólo puede saber lo que ella, en virtud de sus propias leyes, induce del estudio y observación de los fenómenos que llegan a su conocimiento por los sentidos. Esto sólo es la ciencia: lo demás será poesía, o como quiera llamarse.

Había en todos sus sentidos la irritabilidad y la delicadeza de la piel nueva para el tacto. Todo le llegaba a las entrañas, todo era nuevo para ella.

Nos dice que á mas de las relaciones comunes entre los objetos y los órganos de los sentidos, hay otras mas íntimas y delicadas entre aquellos y el sistema de nuestra organizacion; y que nos constan por la experiencia con igual certeza que las comunes.

En este punto se hallan de acuerdo la razon y la observacion. El alma se informa de los objetos exteriores mediatamente por los sentidos, pero inmediatamente por el cerebro; cuando este pues recibe tal ó cual impresion, no puede ella desentenderse de referirla al lugar de donde suele proceder, y al objeto que de ordinario la produce.

Con esto se ve que los actos del entendimiento no son materiales, ni corporeos, porque no tienen la solidez y fuerza que hay en la materia y en los cuerpos para impresionar nuestros sentidos. Tampoco tienen extension para ocupar lugar, pues en un solo pensamiento se incluye todo el universo.

Si hace uso de la razon, y no se fía de las primeras apariencias de los sentidos, juzgará que el dolor y el vómito nacen de afecto histérico, y con pocos remedios facilmente le dará la salud.

Mientras de este modo se enardecía el espíritu y se exaltaban los sentidos de aquellos bárbaros, iba pasando mucho tiempo, más tiempo del que yo quería que pasase sin poner en ejecución mi pensamiento. Habían sonado las nueve, las diez, casi las once.

De una parte asentaban los aristotélicos que nuestros conocimientos dimanan todos de los sentidos; y de otra afirmaban que hay una diferencia intrínseca, esencial, entre sentir y entender.

Síguese de todo lo dicho, que los sentidos solo ofrecen falsos bienes, ó aparentes, y por consiguiente que es necedad ir los hombres dotados de razon buscando continuamente los engañosos atractivos de la concupiscencia.

Pero al terminar la lección, Concha consideró que a más del castigo correspondiente a cada falta, teniendo en cuenta lo mal que la niña lo había hecho, convenía terminar con un vapuleo general que las comprendiese todas. La alzó de la silla y, blandiendo la formidable ballena, exclamó: Ahora, para que estudies mejor y se te despierten los sentidos, ¡toma!