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Actualizado: 10 de junio de 2025
En los bardales vio Jacinta unas plantas muy raras, de vástagos escuetos y pencas enormes, que llamaron su atención. «Mira, mira, qué esperpento de árbol. ¿Será el de los higos chumbos?». No, hija mía, los higos chumbos los da esa otra planta baja, compuesta de unas palas erizadas de púas. Aquello otro es la pita, que da por fruto las sogas. Y el esparto, ¿dónde está?
Ni nadie afectaba, al saludarla en público, encogimiento y moderación mayores. Y parecía más arrogante, porque no iba tan pulido. Ni le decía, ni le escribía; pero quería llenarle el aire de él. A la salida del teatro, la segunda noche que fue a él Sol, ofrecía un pequeñuelo de sombrero de pita y pies descalzos un ramo de camelias color de rosa, que eran allí muy apreciadas y caras.
Me asomé a la ventana, y escruté con ojos ansiosos el horizonte, que ya no era ondulante, sino llano y dilatado, cubierto de sembrados, de olivos, de naranjos, cuyos distintos verdes lo matizaban alegremente. Los setos azulados de pita contribuían poderosamente a embellecerlo, y le daban ya un carácter enteramente meridional. El río se desplegaba majestuoso por medio del extenso valle.
Y Echeloría, por su parte, a más de encantar a Mutileder con los cantares que sabía entonar, le había hecho una honda de pita, tan llena de sutiles y primorosas labores, que él se quedaba horas enteras embobado contemplando la honda.
Palabra del Dia
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