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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Capítulo XXIII. De las admirables cosas que el estremado don Quijote contó que había visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apócrifa
Y de dolor soi tan rica, Quanto por darme pasion Este caudal, la ocasion Por puntos le multiplica. Silvia, vives engañada, Que yo no quiero de tí, Sino que quieras de mí Ser servida y regalada. Que el provecho que yo espero, Silvia, de haverte comprado, Es ver tu rostro estremado, Y no doblar el dinero.
Siguiendo adelante los abusos, llegaron á ser intolerables; empero, entre los gobernadores españoles, mudos testigos de tan lamentable estado de cosas, á que no les era dado poner remedio, hubo uno que se atrevió á levantar la voz: este fué don Lazaro de Rivera, quien presentó sucesivamente á la audiencia de Charcas, en 1786 y 1787 , varias memorias, expresando el voto de los habitantes de San-Pedro, de Trinidad y de Concepcion, que deseaban pagar el real tributo, y sustraerse al estremado rigor con que se veian tratados por los curas, quienes frecuentemente los hacian azotar por mero capricho, en tanto que escandalizaban al pueblo con la depravacion de sus costumbres.
Palabra del Dia
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