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Del mundo corpóreo conocemos su existencia, conocemos sus relaciones con nosotros, conocemos sus propiedades y sus leyes, en cuanto está sujeto á nuestra observacion; pero á su íntima naturaleza no alcanzan nuestros sentidos, no llegan nuestros instrumentos.

Socorrednos, bendita Virgen pia, Antes que este mortal corporeo velo Quede sin alma en esta tierra dura, Y carezca de usada sepultura.

Pero el rudo, el que apenas sabe sino confusamente lo que es ciencia, lo que es virtud y lo que es Dios, consagra sin reflexionar ese afecto, en él casi instintivo, a un ídolo visible, corpóreo, de bulto. Juanita era este ídolo para Antoñuelo. Juanita era también su oráculo.

[67.] Difícilmente se puede encontrar doctrina mas dañosa: ¿qué le resta al espíritu humano si se le quitan los medios para salir de la esfera sensible? ¿á qué se reduce nuestro entendimiento si sus ideas mas fundamentales y sus principios mas elevados, no tienen ningun valor para enseñarle algo sobre la naturaleza de las cosas? Si el mundo corpóreo no es mas para nosotros que un conjunto de fenómenos sensibles, y nada podemos conocer fuera de ellos, nuestros conocimientos nada tienen de real, todos son puramente subjetivos, el alma vive de ilusiones, y se envanece con creaciones imaginarias á las que nada corresponde en la realidad. Forma subjetiva el espacio, forma subjetiva el tiempo, conceptos vacíos las ideas puras, todo es subjetivo en nosotros; nada sabemos de los objetos, ignoramos absolutamente lo que hay, y solo sabemos lo que nos aparece. Esto es el escepticismo puro; ciertamente que para llegar á él no era necesario consumir tanto tiempo en investigaciones analíticas. En la doctrina de Kant no se presenta tan chocante la extravagancia ni tan deforme el error como en las obras de Fichte, Schelling y Hegel; pero en ella está el gérmen de las mayores extravagancias y de los mas funestos errores.

En los brutos hay potencia sensitiva é imaginativa, porque estas pueden residir en lo corporeo: no hay ni puede haber la potencia de combinar, y mucho menos la de juzgar de las cosas, porque estas dos son propias del hombre, y no pueden estar en cosa corporea y material, sino en puro espíritu, como pienso demostrarlo por razones filosóficas en la Metafísica.

La multiplicidad esencial y substancial de los cuerpos será tanta, cuanta sea la multiplicidad de la extension. Si es compuesta, hay en ella la multiplicidad, y por tanto cae Spinosa en la opinión comun, es decir, de un mundo corpóreo, compuesto de muchas partes, de las que no tendrá la una mas derecho que la otra á ser una verdadera substancia.

Lo que sucede es, que el cuerpo está dispuesto con orden maravilloso para estos fines, á los quales principalmente concurren los órganos de los sentidos y los nervios. El objeto corporeo, arrimado al órgano del sentido, hace impresion en él y en sus nervios, por los quales se comunica hasta la cabeza, donde está el origen de ellos.

Tambien se ha de cuidar de no confundir estas imágenes mentales con los principios de juzgar que tiene el entendimiento, los quales aunque obran sobre tales imágenes, son de superior orden, y no partícipes de lo corporeo. Los errores que de la confusion de estas cosas nacen los irémos mostrando en sus lugares.