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Nieves leyó la carta sin la menor dificultad, porque la letra era primorosa, pero no la entendió; y por no entenderla y por antojársele que sabía a melaza, le dio empacho y la metió en grandes ganas de saber escribir, para decirle a su primo que la escribiera de otro modo o dejara de escribirla. Es el estilo de allá, la dijo su padre para templarla un poco e ir preparándola el estómago.

Era partidaria de que dejara esta derrota larga y me embarcara en algún vapor de la travesía Bilbao-Liverpool. Su padre podría escribir al director de la Compañía donde antes había navegado. Me pareció un buen consejo, y hablé a Urbistondo para que escribiera inmediatamente. El hombre quedó muy satisfecho de poder demostrar su influencia.

No es para descrita. »En muchas horas no hubo modo de arrancarle palabra. No comió ni durmió. A la tarde siguiente me llamó, haciéndome sentar a su lado y me encargó que te escribiera.

Oportuno parece referir aquí esta anécdota: reunidos un día muchos poetas en palacio, propuso el Rey que se improvisase una comedia sobre la creación del mundo, y encargó á Calderón que escribiera el papel de Adán, reservándose él el del Creador.

Me cansaría si escribiera los nombres de todos los poetas franceses, romanos, alemanes, españoles, italianos é ingleses, siendo su número infinito, y existiendo sus obras para probar su mérito. Sostenían actores los mantuanos, venecianos, valencianos, napolitanos, los florentinos y otros: además, los príncipes germánicos, el Palsgrave, el Landgrave, los duques de Sajonia, de Brunswick, etc.

Hemos admirado tambien las maderas y el enrejado del coro, los cuadros de Luis de Bologne, de Touvenet, de Hallé, de Coypell y de Felipe de Champagne; los opulentos mausoleos del conde de Harcourt, del cardenal de Belloy, de.... En fin, he admirado tantas cosas, que si las hubiera de decir, seria menester que escribiera un libro, como dije antes.

Cervantes prefería el Persiles á todas sus obras: la posteridad piensa muy de otra manera; pero sea cual fuere el juicio, que de ella se forme, no deja de asombrarnos que la escribiera un anciano de sesenta y ocho años, desplegando tan exuberante fantasía, que, como dice Calderón, semejante á Vulcano, ocultaba bajo su capa de nieve ríos de fuego.