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Actualizado: 4 de junio de 2025
Lo anunciaba Alcaparrón con sus lloriqueos a todos los del cortijo, sin hacer caso de las protestas de su madre. ¡Qué sabes tú, bobo!... A otros, peor que ella, los sacó alante mi comare... Pero el gitano, despreciando la fe de la señora Alcaparrona en la sabiduría de su comadre, presentía la muerte de la prima con la clarividencia del cariño.
La comare, que había hecho milagros, renegaba de su sabiduría si antes de dos días no lograba deshacer la bola de fuego que ahogaba a la muchacha. Y los dos días transcurrieron, y otros dos más, sin que la pobre Mari-Cruz experimentase alivio. Alcaparrón seguía sollozando fuera de la gañanía, para que no le oyese la enferma. ¡Cada vez peor! ¡No podía estar acostada! ¡se ahogaba!
Las gentes de su raza, aunque pobres, tenían su poquito de ciencia, que los gachés buscaban muchos veces. Y llamada por ella se presentó en el cortijo su comare, una gitana viejísima, que gozaba gran fama de curandera en Jerez y su campo. Después de oír a la Alcaparrona, palpó el mísero esqueleto de la enferma, aprobando todas las palabras de su amiga.
Palabra del Dia
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