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Actualizado: 10 de junio de 2025
Watson lo llevó aparte, y empinándose Cachafaz sobre la punta de sus pies, le dijo en voz baja: Es Manos Duras el que ha robado á la patroncita. Yo sé dónde la tiene. Acosado por las preguntas de Ricardo, fué explicándose. Ninguno de los tres hombres que se llevaron á Celinda era Manos Duras.
Y con la arrogancia absurda de los enamorados que no reconocen la valía exacta de los obstáculos, montó á caballo é hizo una seña al pequeño para que le acompañase. De un salto se encaramó Cachafaz en la grupa, agarrándose á las ropas de Watson, y éste metió espuelas á la cabalgadura, haciéndola salir al galope.
Lo primero que pensó fué en la urgencia de buscar á Celinda para libertarla, sin considerar la enorme desproporción de fuerzas entre él y aquellos bandidos. Disponía de un auxiliar, el pequeño Cachafaz, conocedor del sitio donde guardaban oculta á la joven. Esto era lo importante. Recobrarla á mano armada corría de su cuenta.
Luego fué explicando cómo en mitad de su camino, cuando iba directamente hacia el rancho de Manos Duras, sin pasar por su estancia, vió venir hacia él un jinete que galopaba á rienda suelta. Sacó el revólver para detenerle, pero no hizo uso del arma al fijarse en su aspecto. Era como una mona sobre un caballo, y reconocí en esta mona á Cachafaz.
Salió Watson de la casa á tiempo para ver cómo el pequeño Cachafaz venía de los corrales, mirando inquieto á un lado y á otro. De pronto, todos á la vez quisieron relatar al ingeniero lo ocurrido, pero el pequeño se les adelantó con cierta autoridad.
Palabra del Dia
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