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Actualizado: 23 de junio de 2025


Penetró en un cuarto desarreglado, con montones de ropa por el suelo y una mesa en el centro, donde la hija primera de los señores de Belinchón estaba aplanchando una camisa en traje no adecuado a su categoría. Un vestidillo raído y un pañuelo atado a la cintura como las artesanas; en los pies unas zapatillas bastante usadas.

En esto de admirar a las artesanas de Sarrió, no hay inglés que nos ponga el pie delante. En el elemento femenino de los bailes había siempre perfecta homogeneidad: todo él se componía de jóvenes situadas en el mismo peldaño de la escala social. Pero en lo que toca al masculino, existía peligrosa variedad: acudían a aquel sitio los jóvenes artesanos y los señoritos de Sarrió.

Los que así bailaban eran aldeanos, los habitantes de los contornos que, llegada la noche, se volvían a sus casas por los atajos sin pasar por la villa. Las artesanas de Sarrió formaban giraldillas, donde se cantaba a grito herido, abriéndose y cerrándose sucesivamente, dejando en el medio ora un grupo de hombres, ora de mujeres.

La mantilla que usaban no era de velo, sino de sarga con franja de terciopelo, como las usan ahora solamente las artesanas. Llevaban bastón para apoyarse. Conservaban además la cortesía exquisita, la ligereza de carácter, la pasión por la sociedad y una alegría inagotable, maravillosa a sus años.

Doña Paula era de natural bondadoso y tierno, amiga de los pobres y generosa; pero tenía la altivez irreflexiva y la susceptibilidad exagerada de las artesanas de Sarrió. No, mamá, no se trata de eso. ¿Quién te ha dicho que Gonzalo desprecia a Cecilia? misma. ¿Por qué no la quiere entonces? Venturita se detuvo un instante, y respondió con firmeza: Porque me quiere a .

Palabra del Dia

rigoleto

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